domingo, 31 de marzo de 2019

Los domingos eternos: la vuelta de Prusia



Domingo eterno. Extra de domingo con robo de hora que curiosamente hace que todo se alargue agónico, exasperante, preludio cierto del verano que se acerca con pasos presurosos. Hoy llovió; quizás mañana lo haga otra vez. El fresco ha vuelto un poco pero no para quedarse. El tiempo meteorológico se mofa de nosotros con un verás pero no catarás. La luz invade todo a través de la ventana de la imprenta. Me subí a trabajar, pero poco he podido hacer. Llevo días convulsos de pesadillas y pequeñas autodestrucciones. Anoche soñé en una de las leves tandas de sueño que me metían en un psiquiátrico. Se parecía a un hospital mezclado con un hotel y en la sala donde estábamos por el día que se parecía ahora que caigo a mi clase de primero de E.G.B. pero más grande. Losas grises hidráulicas con mesas verdes de colegio formando un rectángulo con un hueco en el centro. Lo que era diferente es que había como los chiringuitos de los bufés de desayuno de los hoteles. Ingresé con uno que se parecía a Jorge Ilegal que se escapaba por las noches para volver a la salida el sol con bollería industrial. En el hotel-hospital-manicomio debían dar demasiado sano de comer. Había muchos platillos diferentes y todos tenían una pinta bastante aséptica. Hojas de lechuga sin aliñar sobre la china blanca esmaltada. También huevos duros sin sal. Los viejos que vivían con nosotros eran muy educados y no tenían pinta de estar locos. Nosotros dábamos más esa impresión.  Hacía mucho calor por lo cerrado y la calefacción. En ese momento de calor desperté para descubrir que apenas había pasado una hora y pico desde que me quedé dormido. Serían las nuevas tres y media cuando lo hice. Seguí durmiendo. El domingo se instalaba en mi mente en forma de película de sobremesa. Todo era pueril, cuqui, pero encerraba ominosas reminiscencias fatales. En realidad era como un revival de Netflix de los 80, pues si mirabas al cielo podías ver los títulos de introducción, falsamente maqueados para parecer hechos con un Spectrum. Aventuras anodinas en un campo que recordaba al mío, pero que no lo era. Y poco más. Me desperté. Ayer sábado fue un día también horrible en cuanto a la relación con el sueño. Ahora ya no me acuerdo de lo que soñé, pero si salían las regiones devastadas tan recurrentes. A mí alrededor, en este momento, resuenan esos paisajes desolados. Todo está cubierto por una cenicienta capa de polvo. El olor a tierra es penetrante. Noto las partículas en suspensión dentro de la nariz. Es como la definitiva cama sin hacer. Las obras son entropías de las más puras de la naturaleza. Principio de incertidumbre. Cuándo acabará esto y ese tipo de misterios sin resolver. Domingo eterno. Cambio de hora. Bucle corrupto que chirría y se repite sin cesar. Escribo en blogs desde hace 14 años. Hace 12 comencé mi primer blog verde, con el que tuve relativo éxito. Si releo ahora, una de las constantes es hablar de domingos prusianos y cambios que se avecinan. Sigo en esa brecha. Necesito cambiar no de hora, sino de aires, pero nada es demasiado cierto a unas semanas vista. Mi huida por Semana Santa es segura. Solo el concepto; la intendencia está en lo etéreo de mis intenciones. Quisiera escribir sobre temas más fascinantes, pero no lo soy. Mi vida no lo es. Hay gente que falsea su vida para parecer felices. Hay personas que creen que yo falseo la mía para lo contrario, aunque no me lo suelen decir. Están bastante errados, si bien cribo muchos estados neutros, que es mi acontecer durante más tiempo. Una zona tibia, sosa, anodina, monocorde, monocromática. A veces pienso que merezco todo lo que me pasa, por no estar lo suficientemente entero, no ser lo valiente que debería para ciertas cosas. Los cambios a los que me refería son algunos de esta índole. Mi relación con los demás es desastrosa casi siempre, porque creo que las personas me ven como una mascota, un accesorio. Quejarme de eso sería baladí, pues sé que es distorsión, y aunque parte pueda ser verdad no está en mi mano pensar por los demás. Son las 8:22 de la tarde, tengo sueño, algo de frío, la sala de máquinas está sin luz. Debería ser ya de noche y no lo es. Tardaré en acostumbrarme, concretamente hasta el último domingo de Octubre, donde las cosas volverán a su cauce.