viernes, 21 de julio de 2023

Hoy ha tocado autocensura (en Instagram). Tomorrow never knows.

 


Hoy me autocensurado con lo que tenía pensado hacer para las redes.
Iba sobre el despotismo científico. Todo por la ciencia, pero sin la ciencia. Creo que rezaba así mi pensamiento. No, no es dar la razón a aquellos que dicen que la ciencia es la nueva religión… sino explicar porque se percibe así. Vivimos en una sociedad donde el sentimiento gana a la razón por goleada. Sin razón, sin frialdad, sin asepsia, no hay ciencia. Ni sin paciencia, que, aunque parezca un pareado facilón, tiene mucha razón; mas en el tiempo del fast-thinking, de la premura informática, del miedo a perderse lo último, la premisa es la demagogia por encima de la argumentación. Igual vivo yo en un mundo que ya no existe. Los negacionistas de ciertas cosas batallan contra unos objetivos cara a la galería que son difícilmente realizables, aunque sean deseables, no seré yo quien lo niegue.  Todo es basado en tremendos estudios sesudos hechos por… publicistas. La ciencia te puede decir que provoca una cosa u otra y puede dar una solución para resolver x problema. Pero ya está. Y es que de lo que se habla últimamente es de una ciencia aplicada ingenieril ligada a grandes empresas que la gente aplaude como si fuesen corrientes ideológicas que han surgido de los pueblos. ¡Craso error! En nuestro mundo la ciencia, el saber por el saber, nunca ha sido una prioridad. Que se lo pregunte a los miles de investigadores de este país, por ejemplo. Mal pagados, siempre dependiendo de becas, viviendo al chorreíllo de las sobras. Sus enormes esfuerzos y trabajos solo tienen su repercusión en mamarrachonoticias de curiosidades o si tienen que ver con algo que políticamente interese. Muchos de esos a los que se les llena la boca de ciencia después para otros temas no son tan escrupulosos con el método y basan sus creencias en pseudociencias o directamente en pura chafardería elaborada por un complejo aparataje sociológico. Y si te paras y dices: yo no voy a comulgar con ruedas de molino, te equiparan con un negacionista. ¿Han visto mayor estupidez? Yo digo apliquen el método científico bien y te contestan la ciencia dice esto y eres un inmoral y un retrogrado por pensar así. Y lo que me gusta a mí es ser desapasionado y realista, quizás con una subjetivad un poco ceniza, eso sí, porque nadie está libre de imperfección. Yo soy un pesimista y un desencantado, desde que tuve mi revolución individual interna entre 2007 y 2009. Jo, han pasado a lo tonto 14 años de que mi cambio se asentara bien, y claro he ido progresivamente corrigiendo y aumentando cosillas, a través del conocimiento y la afinidad.
La ilusión no es una cosa que se pueda transmitir por ósmosis. Cada uno hace lo que cree conveniente para que al menos la conciencia la tenga tranquila, dentro de lo que cabe. Los depresivos tenemos tendencia al egocentrismo, pero también a la pérdida de autoestima y en creer que tenemos la culpa de todo.
Pues bien. Uno aprende con el tiempo conviviendo con esto que ni eres tan importante —prácticamente lo que pienses no le importa a nadie— y es más, es bueno que así sea. Cuando uno asume una derrota porque ve batallas inabarcables hay muchas cosas que carecen de sentido, y si a los otros les llena su botecito de narcisismo creerse tal o cual cosa, allá ellos, pero se vuelven muy pesados y tóxicos.
Hoy te dirán que votes, mañana que te deconstruyas, pasado que recicles. Por otro lado, gañanes y verdaderos negacionistas que actúan de forma directamente distinta. Imponer cosas sin que estés de acuerdo les pone, porque el poder es un elixir maravilloso mezclado con grandes prebendas.  Unos quieren que cambies porque el bien absoluto así lo dice… y te imponen una visión del mundo totalmente fuera de toda realidad —y las cosas reales son las que de verdad ocurren—. Los del otro lado del espectro basándose en dioses inventados unos, ideologías ajenas a nuestra cultura otros, y en el dios dinero todos, imponen la dura realidad —real más real que la realidad misma— de la desigualdad, de lo púdicamente moral y la consiguiente hipocresía y de la libertad muy fragmentada en cómodos plazos por el FMI.



Estoy en un sándwich de despropósitos.
Y mi burbuja a veces no es tan fuerte como para no ponerme de mal café.
La demagogia consigue eso en mí.

Y es que en el fondo de tanto pesimismo soy un utópico y quiero vivir eternamente en la República del Bidasoa, esa que pensara Don Pío, que a día de hoy no tendrá grandes fans entre los modernos. Ni entre los neoantiguos. Solo en los antiguos de corazón.
Esa sin moscas, sin frailes y sin carabineros. Las moscas, los frailes y los carabineros cambian con el tiempo… o no tanto. Todos somos caranineros de lo nuestro, pero a veces con demasiada intensidad, una intensidad contraria al buen gusto y a la tranquilidad de espíritu.



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