Hoy ha entrado el otoño. Veo en las cuentas de Instagram de
gentes de otras latitudes que en realidad el otoño comenzó a llegar hace unas
semanas y ya visten con jerséis. Nueva Inglaterra, Canadá, Escocia. Me dan
profunda envidia. Hoy ha entrado el otoño. Pero yo ahora mismo estoy un poco
acalorado porque he estado frota que te frota con nanas en una pieza de
maquinaria obsoleta especialmente mugrosa y dejada. He tenido que poner orden.
Con septiembre suele venir el empezar a utilizar los arcaicos utensilios de la tipografía.
En verano han estado silente yo diría que todo el rato. Hoy ha entrado el
otoño.
Es curioso como el verano que simboliza para muchos lo refrescante solo trae ya
hedores de muerte y plástico derretido a mi mente. Bien sé que el temido
veranillo del membrillo dejará esa fragancia algunos de los días por venir y
que si todo es como se teme, el frío se resistirá un poco más en llegar, como
cada año, retardando las lluvias si las hubiese. Eso es lo que más detesto del
mundo en la actualidad, la demora del frío por estas tierras y el alongado estío
del que lo poco cansa y lo mucho empalaga. Los niños del verano que solo ven
las vacaciones y la molicie aún no saben a lo que se enfrentan en sus vidas
adultas entre sudores y moscas de agosto. Tampoco puedo obviar que ha sido mi
mejor mes de agosto en muchos años, aun no estando viviendo en mi casa. La
causa es una mezcla de estoicismo, rutina y supongo que mejora de lo mío.
Agosto como vestigio terminal del estudio, como soporífera vacación ya parece
no tener cabida en mi mente, siendo solo ya el irritante calor y el trabajo a
jornada partida lo que define el mes: era tan pesado antaño.
Hoy ha entrado el otoño. Pronto el olor a leña que conduce directamente a la
Navidad embriagará el ambiente. Ojalá eso no deje el mundo hasta que me muera.
Es de lo poco que me acerca ya a la tierra. Hoy ha entrado el otoño. Como unos
cuantos antes en los ratos libres escribo para Línea de Sombra. Esto muy
oxidado y este texto es mismamente un desentumecedor, el 3 en 1 de falanges,
carpianos y metacarpianos, de neuronas chirriantes que apenas consiguen que las
sinapsis lleven las nuevas del cerebro a los dedos oxidados. Hoy ha entrado el
otoño.
Aún no sé el porqué de actualizar y mantener redes sociales cuando cada día más
arisco pero más despreocupado me meto en mi agujero de hobbit aún sin algunas lámparas
ni televisor. Supongo que necesito estar apegado de alguna forma a gente a la
que estimo, pero que cada vez es más difusa en mi día a día por desidia
contrastada. Voy perdiendo amigos y no porque hoy ha entrado el otoño y se
caigan al suelo como hojas amarillas, sino por la pobreza de mis interacciones,
la creencia profunda y real del no tener nada que decir en la mayoría de los
temas que se tratan, de que como a enajenados señores de antaño la soledad del
castillo solo logra sacar a relucir la cercanía de la paz con uno mismo al
precio del desapego de las personas que alguna vez se interesaron por uno. Y
uno por ellas. Creo que no es frialdad ni lejanía, aun menos ningún desdén o
menosprecio, es simplemente que el calor me ralentiza de una forma y el frío de
otra, y el entretiempo estoy ocupado trabajando y pensando en pensar lo mínimo,
y pensar lo mínimo es la renuncia a recordar de forma constante tu lugar en el
mundo. Y esa renuncia, como toda renuncia, tiene sus consecuencias que no sé si
logran el propósito original de hallar tranquilidad, pero puedo decir, amigos,
que está bastante cerca.
Hoy ha entrado el otoño. Ya lo he dicho, ya os habéis enterado, claro que sí,
si has llegado hasta aquí. Que lloviera mucho me haría feliz ahora que el
trabajo no me turba y el paso de las horas vuelve a ser poco belicoso. Hoy ha
entrado el otoño. A las 9 y pico de esta mañana sin ser muy exacto.
PD: no voy a corregir, sino a posteriori como hacía hace ya mucho, cuando había
gente que me leía con frecuencia, y yo pueblicaba más frecuentemente aún.
Tiempo de lectura: lo ignoro.
Tiempo de escritura: 25 minutos.
Sintonizo su misma radio galena sentimental, Maese Mameluco. No tema por pensar que no hay nada que decir (eso ya es decir mucho). En estos momentos el universo debe buscar como loco tapones para tapar sus oidos infinitos de la infinidad de palabrería humanoide que soltamos todos los días, un día tras otro, y otro más (sea o no otoño, sin ser muy exacto).
ResponderEliminarMe aturulla el ruido, y no lo digo por el pitido incómodo en el oído. Me satura verborreas compartidas indicando siempre unas direcciones ya marcadas, repitiendo y repitiendo.
EliminarHartazgo total. Al menos han conseguido que esté más harto de ellos que de mí mismo, lo cual a lo mejor es un avance.
Ya queda poco lugar para el humilde y cálido contenido propio