domingo, 4 de abril de 2021

Vanitas vanitatis


 Vanitas vanitatum et omnia vanitas
Vanidad de vanidades, todo es vanidad.


Hoy dormí muchas horas. El cuerpo lo venía necesitando ya. Hace ya tres o cuatro días que he dormido acostado. Pero es dormir un rato —de dos a tres horas— y ya no poder seguir y quedarme acostado desvelado esperando el alba. Ya casi no me agobia tantas horas de no hacer apenas nada y cambiar de postura sabiendo que eso traerá un latigazillo de dolor. Hoy dormí muchas horas, pues. Me acosté muy muy agitado, y eso que hice por tranquilizarme. Nada mental. Era corporal, una tensión en los hombros, las respiraciones pesarosas e incómodo en toda posición. Pero caí y dormí. Muchas horas. Hacía ya tiempo que no recordaba los sueños tan nítidamente. Supongo —ya casi nada me parece seguro a esas horas— que porque no fue un dormir tan interrumpido.

Algo me llevó a un gran edificio con muchas habitaciones y muchas oficinas. Para pasar tuve que pasar un control parecido al aduanero, pero no sé lo que buscaban. Se entraba como en una enorme nave parecido a un matadero, a un mercado o similar. Arriba estaban esas habitaciones que parecían prefabricadas tal que cubículos de oficinas o esos despachos a pie de obra. En cada uno había dos mesitas y un frigorífico. Conocía a una persona que trabajaba allí, entre paneles asépticos verde claro silla de escuela y archivadores definitivos blancos y negros, de esos que forman el extraño moaré de las guardas de los libros antiguos. Era la mezcla de dos personas que mi vida vigil también entrelazo en mi cabeza. Ser de la misma ciudad, parecida apariencia general y cierta desestabilidad mental llenan los huecos de una ausencia no elegida por una parte y una virtualidad que no creo que se concrete en realidad por otra. En el sueño esa chica trabajaba allí y tenía que acompañarla al otro lado del río. Nos asomamos a una dársena —era el porche posterior de mi casa en el campo, de ahí quizás el frigorífico que desentonaba— y el paisaje era como el río de mi pueblo si hubiesen pasado algunos cientos de años y el tiempo y la erosión hubieran borrado la canalización creando una llanura grandísima que es su base cobijaba un río enanito que formaba, eso sí, enormes lagunas someras, con mi pueblo al fondo más aferrado a la loma que lo contiene que ahora. Atardecía y según nos dijo un señor que parecía controlar las entradas y salidas de dicha dársena elevada: Tened cuidado, la glaciación avanza incluso ahora en verano. Y es que ciertamente la mentada llanura de lagunas estaba llenándose por gruesos copos que caían lentamente. Y añadió: Pero sobre todo por los rayos. Los que producen esos charcos negros, dijo señalando a un pequeño cráter inundado. Pensé en ese momento que a lo mejor podía coger fulguritas, esas rocas formadas por impactos de rayo. Al fondo, con el horizonte formando un tormentoso cielo de Flandes, los rayos caían, muy azules sobre el terreno de vez en cuando, salpicando agua o quemando alguna de las casas viejísimas y raquíticas al lado del río, auténticos arrabales de un futuro improbable. La vegetación de la ribera que explotaba como si en vez de savia tuviese queroseno en los vasos leñosos cuando era alcanzada. Aún así teníamos que llevar un paquete a algún lado. Se hizo de noche y una de las calles se inundó de repente cuando avanzábamos para el pueblo. Lo que en realidad mide a día de hoy 150 metros eran kilómetros y kilómetros de casas ruinosas y cañaveral. El frío arreciaba y los rayos seguían cayendo cercanos, hasta que uno cayó al agua casi al lado. Huimos cada uno en una dirección, pero los rayos en el río actuaban de forma extraña y seguían su curso de forma subacuática. Desgraciadamente alcanzó a la chica que me acompañaba. Yo no lo vi. Fue una sensación de pérdida muy real.

Me desperté. La herida palpitaba y estaba bocabajo con el pie extendido, una idea genial para que te duela una úlcera. Creí que se repetiría lo de todos los días. Serían las 5. Bajé y todo abajo, aunque no me acuerdo bien de lo que hice. Tomé una pastilla, eso sí recuerdo. Y que el gato me seguía. Me acosté de nuevo y hubo un impase con el teléfono, pues algo subí a esas horas, pero es un recuerdo, más fugaz y remoto que el propio sueño. Dormí de nuevo.

Mismo edificio, pero ya no hacía frío, ni parecía prefabricado. Intentaban averiguar porque había desaparecido lo chica.  Yo conté mi historia de rayos y centellas, nieve y ríos. Afirmé haberla visto morir, porque ese era el sentimiento, pero pensé y no era así. Sabía que se había muerto pero yo ni la vi arder ni nada. Y menos su cuerpo. Me dijeron que había pistas que apuntaban a que la empresa donde trabajaba la eliminó por saber algo que no debía saber. A mí me pareció más raro que la aventura del trueno azul debajo del agua. Pero descubrí ciertas cosas que apuntaban a eso en esta segunda parte del sueño. Empezó a hacer frío de nuevo mientras buscaba en una habitación de hotel desvencijada. Desde cuándo era yo detective o algo parecido, me preguntaba. Quería llegar a una verdad que iba mutando en el sueño con el tiempo. Al final la encontré con una pista que había dejado en un tablón de esos de corcho... Un recibo de algo hecho en impresora de puntos que nombraba el nombre de una canción y de un momento en particular que recordé. Después lo miré y era un recibo de cualquier cosa sin interés alguno. Ahora esa persona, a la que había visto y no visto morir, para después desaparecer, no existía ni la conocían allí.

Me despertó el teléfono a las 10. Una llamada, no hay otra, el domingo es el único día donde el despertador descansa. Balbuceé respuestas a mi madre. Me sentía horrible. Pensé en qué proceso me había llevado del subidón de alegría de ayer, inesperado,  por las primeras ventas de Mame Inc a encontrarme tan nervioso por la noche y a tener una mañana tan agónica. De nuevo esta aquí. Nada nuevo bajo el sol. Me dije esta frase y pensé en el pasaje donde deriva esa frase. Creo que logré acercarme al origen de los males, aparte de dolores y pesadeces corporales. Ayer tuve visita por la noche, para salir un poco de la rutina. No estoy acostumbrado a tantos estímulos y jaleos. Cuando se fueron leí por primera vez el fanzine entero. Estoy ya aburrido de lo que pone. Me pareció repetitivo. Aburrido. No merecedor de andar haciendo el tonto con una publicación que me estáis comprando por pena o por una obligación absurda. Nada nuevo bajo el Sol, vanidad de vanidades. He sido demasiado vanidoso, me castigo. Sé que es una distorsión porque no es para tanto. Algo va mal. Hago por levantarme a las 11. Tengo que ir a curarme pero siento cansancio y nervios. En el estómago anda algo mal. A la gresca. Mi mente bulle ahora tras la noche de muerte. Voy a curarme totalmente zombie. Me toca el único sanitario desde Noviembre que corrige la cura. La hace con una desgana desacostumbrada en el cuerpo y como le da la gana. Yo le digo es así. Es igual me dice. Esto me parece igual del extraño e irreal que todo mi sueño. Me vuelvo cabizbajo a casa. ¿Tendré coronavirus o es simplemente que ya hace maldito calor por las calles?

No sé, comienzo a escribir esto. Me voy a comer a casa de mis padres. La cosa no mejora mucho.Vuelvo. Acabo esto ahora. Suenan las golondrinas que tanto entretienen a Pequeño Lord. Hablo con Jimina sobre los restos de Flos Mariae.
Ahora sí... me voy a la cama.