Vanidad de vanidades, todo es vanidad.
Hoy dormí muchas horas. El cuerpo lo venía necesitando ya.
Hace ya tres o cuatro días que he dormido acostado. Pero es dormir un rato —de
dos a tres horas— y ya no poder seguir y quedarme acostado desvelado esperando
el alba. Ya casi no me agobia tantas horas de no hacer apenas nada y cambiar de
postura sabiendo que eso traerá un latigazillo de dolor. Hoy dormí muchas
horas, pues. Me acosté muy muy agitado, y eso que hice por tranquilizarme. Nada
mental. Era corporal, una tensión en los hombros, las respiraciones pesarosas e
incómodo en toda posición. Pero caí y dormí. Muchas horas. Hacía ya tiempo que
no recordaba los sueños tan nítidamente. Supongo —ya casi nada me parece seguro
a esas horas— que porque no fue un dormir tan interrumpido.
Algo me llevó a un gran edificio con muchas habitaciones y
muchas oficinas. Para pasar tuve que pasar un control parecido al aduanero, pero
no sé lo que buscaban. Se entraba como en una enorme nave parecido a un
matadero, a un mercado o similar. Arriba estaban esas habitaciones que parecían
prefabricadas tal que cubículos de oficinas o esos despachos a pie de obra. En
cada uno había dos mesitas y un frigorífico. Conocía a una persona que trabajaba
allí, entre paneles asépticos verde claro silla de escuela y archivadores
definitivos blancos y negros, de esos que forman el extraño moaré de las guardas
de los libros antiguos. Era la mezcla de dos personas que mi vida vigil también
entrelazo en mi cabeza. Ser de la misma ciudad, parecida apariencia general y
cierta desestabilidad mental llenan los huecos de una ausencia no elegida por
una parte y una virtualidad que no creo que se concrete en realidad por otra.
En el sueño esa chica trabajaba allí y tenía que acompañarla al otro lado del
río. Nos asomamos a una dársena —era el porche posterior de mi casa en el
campo, de ahí quizás el frigorífico que desentonaba— y el paisaje era como el
río de mi pueblo si hubiesen pasado algunos cientos de años y el tiempo y la
erosión hubieran borrado la canalización creando una llanura grandísima que es
su base cobijaba un río enanito que formaba, eso sí, enormes lagunas someras,
con mi pueblo al fondo más aferrado a la loma que lo contiene que ahora. Atardecía
y según nos dijo un señor que parecía controlar las entradas y salidas de dicha
dársena elevada: Tened cuidado, la glaciación avanza incluso ahora en verano. Y
es que ciertamente la mentada llanura de lagunas estaba llenándose por gruesos
copos que caían lentamente. Y añadió: Pero sobre todo por los rayos. Los que
producen esos charcos negros, dijo señalando a un pequeño cráter inundado.
Pensé en ese momento que a lo mejor podía coger fulguritas, esas rocas formadas
por impactos de rayo. Al fondo, con el horizonte formando un tormentoso cielo
de Flandes, los rayos caían, muy azules sobre el terreno de vez en cuando,
salpicando agua o quemando alguna de las casas viejísimas y raquíticas al lado
del río, auténticos arrabales de un futuro improbable. La vegetación de la
ribera que explotaba como si en vez de savia tuviese queroseno en los vasos
leñosos cuando era alcanzada. Aún así teníamos que llevar un paquete a algún
lado. Se hizo de noche y una de las calles se inundó de repente cuando avanzábamos
para el pueblo. Lo que en realidad mide a día de hoy 150 metros eran kilómetros
y kilómetros de casas ruinosas y cañaveral. El frío arreciaba y los rayos
seguían cayendo cercanos, hasta que uno cayó al agua casi al lado. Huimos cada
uno en una dirección, pero los rayos en el río actuaban de forma extraña y
seguían su curso de forma subacuática. Desgraciadamente alcanzó a la chica que
me acompañaba. Yo no lo vi. Fue una sensación de pérdida muy real.
Me desperté. La herida palpitaba y estaba bocabajo con el pie extendido, una idea
genial para que te duela una úlcera. Creí que se repetiría lo de todos los
días. Serían las 5. Bajé y todo abajo, aunque no me acuerdo bien de lo que
hice. Tomé una pastilla, eso sí recuerdo. Y que el gato me seguía. Me acosté de
nuevo y hubo un impase con el teléfono, pues algo subí a esas horas, pero es un
recuerdo, más fugaz y remoto que el propio sueño. Dormí de nuevo.
Mismo edificio, pero ya no hacía frío, ni parecía prefabricado. Intentaban averiguar
porque había desaparecido lo chica. Yo
conté mi historia de rayos y centellas, nieve y ríos. Afirmé haberla visto
morir, porque ese era el sentimiento, pero pensé y no era así. Sabía que se
había muerto pero yo ni la vi arder ni nada. Y menos su cuerpo. Me dijeron que
había pistas que apuntaban a que la empresa donde trabajaba la eliminó por
saber algo que no debía saber. A mí me pareció más raro que la aventura del
trueno azul debajo del agua. Pero descubrí ciertas cosas que apuntaban a eso en
esta segunda parte del sueño. Empezó a hacer frío de nuevo mientras buscaba en
una habitación de hotel desvencijada. Desde cuándo era yo detective o algo
parecido, me preguntaba. Quería llegar a una verdad que iba mutando en el sueño
con el tiempo. Al final la encontré con una pista que había dejado en un tablón
de esos de corcho... Un recibo de algo hecho en impresora de puntos que
nombraba el nombre de una canción y de un momento en particular que recordé.
Después lo miré y era un recibo de cualquier cosa sin interés alguno. Ahora esa
persona, a la que había visto y no visto morir, para después desaparecer, no
existía ni la conocían allí.
Me despertó el teléfono a las 10. Una llamada, no hay otra, el domingo es el
único día donde el despertador descansa. Balbuceé respuestas a mi madre. Me
sentía horrible. Pensé en qué proceso me había llevado del subidón de alegría
de ayer, inesperado, por las primeras
ventas de Mame Inc a encontrarme tan nervioso por la noche y a tener una mañana
tan agónica. De nuevo esta aquí. Nada nuevo bajo el sol. Me dije esta frase y
pensé en el pasaje donde deriva esa frase. Creo que logré acercarme al origen
de los males, aparte de dolores y pesadeces corporales. Ayer tuve visita por la
noche, para salir un poco de la rutina. No estoy acostumbrado a tantos
estímulos y jaleos. Cuando se fueron leí por primera vez el fanzine entero.
Estoy ya aburrido de lo que pone. Me pareció repetitivo. Aburrido. No merecedor
de andar haciendo el tonto con una publicación que me estáis comprando por pena
o por una obligación absurda. Nada nuevo bajo el Sol, vanidad de vanidades. He
sido demasiado vanidoso, me castigo. Sé que es una distorsión porque no es para
tanto. Algo va mal. Hago por levantarme a las 11. Tengo que ir a curarme pero
siento cansancio y nervios. En el estómago anda algo mal. A la gresca. Mi mente
bulle ahora tras la noche de muerte. Voy a curarme totalmente zombie. Me toca
el único sanitario desde Noviembre que corrige la cura. La hace con una desgana
desacostumbrada en el cuerpo y como le da la gana. Yo le digo es así. Es igual
me dice. Esto me parece igual del extraño e irreal que todo mi sueño. Me vuelvo
cabizbajo a casa. ¿Tendré coronavirus o es simplemente que ya hace maldito calor
por las calles?
No sé, comienzo a escribir esto. Me voy a comer a casa de mis padres. La cosa
no mejora mucho.Vuelvo. Acabo esto ahora. Suenan las golondrinas que tanto entretienen
a Pequeño Lord. Hablo con Jimina sobre los restos de Flos Mariae.
Ahora sí... me voy a la cama.